Saturday 14 March 2015

NICK CAVE, MONTSERRAT ROIG Y EL MONIGOTE PERDIDO

Esta es mi primera entrada en meses. Tras mi regreso a España, la inspiración parecía haberse agotado. Mi vida se había acomodado a una nueva rutina: estudiar, dar clases, ir a la montaña de vez en cuando, disfrutar de mi estancia en el apartamento donde Lorenzo, Carla y yo comenzamos nuestra nueva vida. Más que Remembering in London, este blog debería llamarse Buscando la inspiración perdida en Londres. No obstante, algo ocurrió ayer que encendió la vieja llama.

Tras pasar el día entre papeles, decidí hacer una visita al viejo cine Albéniz, una de las joyas que hace que merezca la pena vivir en Málaga; el único lugar en el que puedes realmente disfrutar del cine independiente en versión original. Me llena de alegría el ver que siempre hay cola en la taquilla, aunque he de decir que la mayoría de los presentes tienen más de cuarenta años. Seguro que muchos de ellos venían a este mismo cine a ver Sonrisas y lágrimas cada año, como yo solía hacer con mis tías cuando era una niña.
Los espectadores hacen cola a la entrada del cine Albéniz
No tienes que pensártelo mucho para elegir una película en el Albéniz. Todo es bueno. Me decidí por 20,000 Days On Earth (20.000 días en la tierra), el documental sobre Nick Cave, simplemente porque el horario me venía bien. Lo  que me encontré fue un auténtico festín: el sonido de la voz profunda de Cave recitando los pensamientos garabateados en sus cuadernos a lo largo de los años, la calidad envolvente de su música, compuesta junto a Warren Ellis, la luz melancólica y evocativa de Brighton en otoño… Pero, sobre todo, lo que puso en marcha mi cerebro fue el experimentar el placer de mirar hacia atrás, el encontrarte con tu viejo yo a mitad de la vida, descubriendo que eres básicamente la misma persona, aunque no del todo.



Cuando regresé a Málaga en mayo, mi madre, inspirada por mi experiencia con la reminiscencia, decidió bucear en sus viejas cajas de recuerdos y rescató una colección de viejas fotografías y un trozo de papel que había conservado durante treinta años: un ejercicio de autorreflexión que yo había realizado mientras estudiaba COU, a la edad de 17 años. El papel mostraba un monigote, al que yo había “decorado” con gafas de culo de vaso, una camiseta a rayas y unos zapatos de arlequín, tratando de quitarle importancia a las preguntas y respuestas unidas mediante flechas a las diferentes partes de su cuerpo. “Típico de mí”, pensé cuando lo vi.



Había preguntas del tipo “¿En qué hombro te apoyas?” o “¿Hacia dónde vas?” y antes de empezar a leer pensé que mi vieja visión de la vida me iba a parecer ridícula e incluso embarazosa. No podía estar más equivocada. Fue asombroso el comprobar cómo mi perspectiva no había cambiado un ápice: he ganado y perdido muchos amigos en el camino, pero las personas en las que me apoyo son las exactamente las mismas; todavía veo el futuro como una página en blanco y trato de disfrutar del presente; lo que más temo es  que algún día no sea capaz de reconocer a la gente que quiero. Era simplemente yo en ese trozo de papel

Cuando llegué a casa me encontré dun mensaje de Lorenzo: no te pierdas este fabuloso documental en la web de Televisión Española a la Carta. Seguí el enlace y me encontré con una joya que encajaba perfectamente con mis pensamientos.

Hace treinta años, mientra yo dibujaba monigotes, la escritora y periodista Montserrat Roig entrevistó a una serie de jóvenes para un programa titulado Búscate la vida. Algunos eran anónimos: un torero decidido a continuar en los ruedos a pesar de haber perdido un ojo a causa de una cornada; una jornalera de Marinaleda, el pueblo andaluz donde los trabajadores hicieron la revolución allá por los años 80; la alcaldesa más joven de España, una chica de tan sólo 18 años; un chico decidido a hacerse objetor de conciencia (recordemos que el servicio militar fue obligatorio hasta 1996) y que trabajaba repartiendo cartas en un banco mientras intentaba triunfar como estrella del pop. Los otros nombres me resultaban familiares: Clara Morán, la hija del ministros de asuntos exteriores allá por los ochenta, y la coreógrafa Blanca Li.

En el programa se mostraba a estos jóvenes en la actualidad, mirando las viejas grabaciones y reflexionando sobre lo que eran y lo que son. La mayoría sentían lo mismo que yo cuando se enfrentaban a su yo más joven: en el fondo no habían cambiado; sus perspectivas vitales eran más o menos las mismas. Se podía ver que algunos habían recibido sus golpes en la vida (divorcio, enfermedad, muerte, desempleo…) Nada se mencionaba abiertamente, pero se podía inferir en sus conversaciones o simplemente en sus miradas.

Se podía ver que, a pesar de la crisis, la vida en España ha mejorado increíblemente desde los ochenta: en una de las entrevistas, la chica de Marinaleda dice que la libertad significa poder comer cuando lo necesitas y poder expresar tus opiniones abiertamente. Asumía que no podía tener las cosas bonitas que anunciaban en la televisión, pero el saber que había gente con tanto y gente con tan poco le llenaba de indignación. Ahora tiene un móvil y un coche porque los necesita… o quizás porque ahora es como cualquier otra persona. Todavía vive con el chico con el que se casó el año antes de ser entrevistada por Roig.

La alcaldesa todavía vive en su pueblo. Consiguió hacer realidad su proyecto de abrir un colegio para que los niños y niñas no tuvieran que viajar 70 Km. todos los días, aunque tuvieron que cerrarlo hace dos años porque ya no quedan niños. Todavía trabaja en el ayuntamiento, ahora como concejala. Hace treinta años los hombres le decían que se fuera a su casa a limpiar y no se metiera en asuntos que no corresponden a las mujeres. ¡Cuánto ha cambiado la vida desde entonces!

La única que ha cambiado mucho es Clara Morán. Resulta claro que la vida no es lo que ella esperaba. De ningún modo se reconocía en la mujercita llena de seguridad que aparecía en la pantalla. Sin embardo, ha descubierto el valor de la ingenuidad y ahora no tiene miedo a mostrarse tal y como es.

En cuanto a Blanca Li, es la que realmente ha triunfado. También era la que tenía un objetivo más claro, la que no tenía miedo de fracasar porque fallar una vez no quiere decir que vayas a hacerlo siempre (una buena lección, teniendo en cuenta que procede de una niña de 17 años). Ahora es una célebre coreógrafa que vive la vida a la que siempre aspiró, profesional y personalmente.

El programa termina con una promesa de Montserrat Roig: entrevistar a todos estos chicos y chicas dentro de diez años para ver en qué medida habían conseguido sus objetivos. No pudo ser. Seis años más tarde, a la edad de 45 años, el cáncer se llevó su vida. Treinta años después, sus amigos han terminado este proyecto como homenaje a ella y como regalo para todos nosotros.

Yo hace treinta años, mientras estudiaba árabe en Marruecos
Yo ahora
Aquí podéis ver el documental La vida encontrada
Y en filmin podéis encontrar 20.000 días en la tierra

3 comments:

  1. This is such a lovely reflection, Marta. What a treasure to discover your younger self and realize that you are still basically the same person despite challenges along the way.

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    1. Thank you very much for your comment. It's lovely to be back in touch through our blogs once again.

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  2. Buenas reflexiones Marta, un placer leerte.
    Begoña

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