Esta es mi primera entrada en meses. Tras mi
regreso a España, la inspiración parecía haberse agotado. Mi vida se había acomodado
a una nueva rutina: estudiar, dar clases, ir a la montaña de vez en cuando,
disfrutar de mi estancia en el apartamento donde Lorenzo, Carla y yo comenzamos
nuestra nueva vida. Más que Remembering
in London, este blog debería llamarse Buscando
la inspiración perdida en Londres. No obstante, algo ocurrió ayer que
encendió la vieja llama.
Tras pasar el día entre papeles, decidí hacer
una visita al viejo cine Albéniz, una de las joyas que hace que merezca la pena
vivir en Málaga; el único lugar en el que puedes realmente disfrutar del cine
independiente en versión original. Me llena de alegría el ver que siempre hay
cola en la taquilla, aunque he de decir que la mayoría de los presentes tienen
más de cuarenta años. Seguro que muchos de ellos venían a este mismo cine a ver
Sonrisas y lágrimas cada año, como yo
solía hacer con mis tías cuando era una niña.
Los espectadores hacen cola a la entrada del cine Albéniz |
No tienes que pensártelo mucho para elegir una
película en el Albéniz. Todo es bueno. Me decidí por 20,000 Days On Earth (20.000 días en la tierra), el documental
sobre Nick Cave, simplemente porque el horario me venía bien. Lo que me encontré fue un auténtico festín:
el sonido de la voz profunda de Cave recitando los pensamientos garabateados en
sus cuadernos a lo largo de los años, la calidad envolvente de su música,
compuesta junto a Warren Ellis, la luz melancólica y evocativa de Brighton en
otoño… Pero, sobre todo, lo que puso en marcha mi cerebro fue el experimentar
el placer de mirar hacia atrás, el encontrarte con tu viejo yo a mitad de la
vida, descubriendo que eres básicamente la misma persona, aunque no del todo.
Cuando regresé a Málaga en mayo, mi madre, inspirada
por mi experiencia con la reminiscencia, decidió bucear en sus viejas cajas de
recuerdos y rescató una colección de viejas fotografías y un trozo de papel que
había conservado durante treinta años: un ejercicio de autorreflexión que yo
había realizado mientras estudiaba COU, a la edad de 17 años. El papel mostraba
un monigote, al que yo había “decorado” con gafas de culo de vaso, una camiseta
a rayas y unos zapatos de arlequín, tratando de quitarle importancia a las
preguntas y respuestas unidas mediante flechas a las diferentes partes de su
cuerpo. “Típico de mí”, pensé cuando lo vi.
Había preguntas del tipo “¿En qué hombro te
apoyas?” o “¿Hacia dónde vas?” y antes de empezar a leer pensé que mi vieja visión
de la vida me iba a parecer ridícula e incluso embarazosa. No podía estar más
equivocada. Fue asombroso el comprobar cómo mi perspectiva no había cambiado un
ápice: he ganado y perdido muchos amigos en el camino, pero las personas en las
que me apoyo son las exactamente las mismas; todavía veo el futuro como una
página en blanco y trato de disfrutar del presente; lo que más temo es que algún día no sea capaz de reconocer
a la gente que quiero. Era simplemente yo en ese trozo de papel
Cuando llegué a casa me encontré dun mensaje
de Lorenzo: no te pierdas este fabuloso documental en la web de Televisión
Española a la Carta. Seguí el enlace y me encontré con una joya que encajaba
perfectamente con mis pensamientos.
Hace treinta años, mientra yo dibujaba
monigotes, la escritora y periodista Montserrat Roig entrevistó a una serie de
jóvenes para un programa titulado Búscate
la vida. Algunos eran anónimos: un torero decidido a continuar en los
ruedos a pesar de haber perdido un ojo a causa de una cornada; una jornalera de
Marinaleda, el pueblo andaluz donde los trabajadores hicieron la revolución
allá por los años 80; la alcaldesa más joven de España, una chica de tan sólo
18 años; un chico decidido a hacerse objetor de conciencia (recordemos que el
servicio militar fue obligatorio hasta 1996) y que trabajaba repartiendo cartas
en un banco mientras intentaba triunfar como estrella del pop. Los otros
nombres me resultaban familiares: Clara Morán, la hija del ministros de asuntos
exteriores allá por los ochenta, y la coreógrafa Blanca Li.
En el programa se mostraba a estos jóvenes en
la actualidad, mirando las viejas grabaciones y reflexionando sobre lo que eran
y lo que son. La mayoría sentían lo mismo que yo cuando se enfrentaban a su yo
más joven: en el fondo no habían cambiado; sus perspectivas vitales eran más o
menos las mismas. Se podía ver que algunos habían recibido sus golpes en la
vida (divorcio, enfermedad, muerte, desempleo…) Nada se mencionaba abiertamente,
pero se podía inferir en sus conversaciones o simplemente en sus miradas.
Se podía ver que, a pesar de la crisis, la
vida en España ha mejorado increíblemente desde los ochenta: en una de las
entrevistas, la chica de Marinaleda dice que la libertad significa poder comer
cuando lo necesitas y poder expresar tus opiniones abiertamente. Asumía que no
podía tener las cosas bonitas que anunciaban en la televisión, pero el saber
que había gente con tanto y gente con tan poco le llenaba de indignación. Ahora
tiene un móvil y un coche porque los necesita… o quizás porque ahora es como
cualquier otra persona. Todavía vive con el chico con el que se casó el año
antes de ser entrevistada por Roig.
La alcaldesa todavía vive en su pueblo.
Consiguió hacer realidad su proyecto de abrir un colegio para que los niños y
niñas no tuvieran que viajar 70 Km. todos los días, aunque tuvieron que
cerrarlo hace dos años porque ya no quedan niños. Todavía trabaja en el
ayuntamiento, ahora como concejala. Hace treinta años los hombres le decían que
se fuera a su casa a limpiar y no se metiera en asuntos que no corresponden a
las mujeres. ¡Cuánto ha cambiado la vida desde entonces!
La única que ha cambiado mucho es Clara Morán.
Resulta claro que la vida no es lo que ella esperaba. De ningún modo se
reconocía en la mujercita llena de seguridad que aparecía en la pantalla. Sin
embardo, ha descubierto el valor de la ingenuidad y ahora no tiene miedo a
mostrarse tal y como es.
En cuanto a Blanca Li, es la que realmente ha triunfado. También era la que tenía un objetivo más claro, la que no tenía miedo de fracasar porque fallar una vez no quiere decir que vayas a hacerlo siempre (una buena lección, teniendo en cuenta que procede de una niña de 17 años). Ahora es una célebre coreógrafa que vive la vida a la que siempre aspiró, profesional y personalmente.
El programa termina con una promesa de
Montserrat Roig: entrevistar a todos estos chicos y chicas dentro de diez años
para ver en qué medida habían conseguido sus objetivos. No pudo ser. Seis años
más tarde, a la edad de 45 años, el cáncer se llevó su vida. Treinta años
después, sus amigos han terminado este proyecto como homenaje a ella y como
regalo para todos nosotros.
Yo hace treinta años, mientras estudiaba árabe en Marruecos |
Yo ahora |